jueves, 13 de noviembre de 2008

SI NO TE SIENTES INSPIRADO, INSPIRA.

Mi maravillosa profesora de escritura (alias la ex Reina del Campari) se empeña en que sea un buen escritor. Para eso, trata de depurar mi técnica planteándome ejercicios y me enseña los secretos que fue guardando desde el comienzo de su carrera como editora y periodista.

Yo creo que le espera una tarea ardua. Pero si hay algo que puedo decir de ella es que además de ser muy didáctica, es meticulosa y no le asustan los desafíos más allá del tiempo y el esfuerzo que le insuman.

Uno de los primeros ejercicios consistió en contestar la siguiente pregunta: ¿Por qué escribís?

El resultado fue el siguiente texto, que analizamos y corregimos a manera de conclusión de la primera clase:


Recuerdo que una mañana, a los 15 años, desperté con una duda muy grande. Una pregunta me atormentaba repentinamente, como si alguien la hubiera implantado en mi cabeza durante la noche, mientras dormía. La extraña sensación de haber sido asaltado mentalmente durante la noche duró varias horas.

Yo mientras tanto, quería ocultar esa sensación extraña. Trataba de distraerme, culpaba a la mala noche de sueño, pensaba que era la comida, imaginaba al culpable de haber instalado la pregunta en mi cabeza, quería saber, quería dormir, quería no haber comido, quería dormir, quería dejar de preguntarme, quería al culpable. Pero seguía.

¿Cuál era esa pregunta? (En realidad lo que me atormentaba no era la pregunta, sino que yo no encontraba una respuesta rápida y que me convenciera.) La pregunta era “¿Qué pasaría si un día me olvidara de respirar?” Parecía increíble, pero hasta ese momento, unos 15 años de vida, nunca me había dado cuenta de que respiraba sin pensar que lo hacia, de manera automática. Durante 24 hs al día, a intervalos regulares y sin la mínima conciencia de este acto, el proceso se completaba, ocurría.

Durante toda esa tarde le di vueltas al asunto en mi cabeza. Diagrame, evalúe posibilidades, formule teorías, pero hasta el momento ninguna me satisfacía. ¿Será que los seres humanos dedicamos gran cantidad de tiempo enviándole ordenes al cerebro para que en intervalos mínimos, con segundos de diferencia, se encargue de recordarle a nuestro sistema respiratorio que debe seguir funcionando? Si esa teoría era cierta, mi objetivo seria bajar ese tiempo y hacer que todas esas horas de cada día empleadas en esta tarea, bajaran al mínimo, y así aprovecharlas en tareas más creativas.
Durante varios días -y al mejor estilo novela policial-, me encargue de recabar información y hacerle llegar mi inquietud a amigos muy cercanos. En un primer momento, todos quedaban pasmados ante la extraña pero incuestionable duda razonable.

Al final de la semana y luego de haber consultado a un medico amigo de la familia, acepté la explicación científica que plantea que tanto el respirar como el pestañar y otros tantos procesos físicos de las criaturas vivientes, son arto reflejos. Los artos reflejos son reacciones parciales del organismo, estímulos aislados. Al igual que el instinto, son innatos, requieren aprendizaje, buscan un fin.

Hoy, 15 años después, me levanto con la misma sensación de extrañeza que esa mañana. La comida de anoche estuvo bien y mis horas de sueño han sido más que suficiente. Esta vez la pregunta implantada es otra, pero creo que la respuesta podría ser la misma.

La pregunta de hoy es “¿Porque escribís?”

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